En otro post, meses atrás, quedó Pío Moa con la palabra en la boca, después de que Enrique Moradiellos le arrojara el guante del debate, en mayo de 2003,
en las páginas virtuales de El Catoblepas. ¿Sería Moa capaz de demostrar, con documentos, una de las ideas defendidas en sus obras sobre la GCE, a saber: que la ayuda militar extranjera durante la Guerra fue de cantidad y calidad similar para ambos bandos y que dicha intervención no afectó de manera sustancial al resultado final de la Guerra? Moradiellos le había rebatido esta idea con documentos de archivos de España y del extranjero que apuntaban justo en la dirección contraria y ahí nos quedamos, esperando su respuesta.
Responde Moa, un mes después, en la misma revista digital sosteniendo, en primer lugar, que el asunto de qué bando recibió más y mejor ayuda militar es secundario "en un debate serio en torno a la guerra civil" y que no debería distraer del verdadero asunto a discutir que sería cómo y cuanto influyó la ayuda extranjera a cada bando. Moa se responde enseguida: la ayuda germano-italiana no conllevó ninguna obediencia de Franco a Hitler; en cambio, la ayuda soviética sometió al Frente Popular (que más bien se entregó voluntariamente) a las directrices de Stalin. Los planes del dictador soviético habrían sido la instauración de un satélite bolchevique en España para socavar los regímenes democráticos de Europa occidental.
Por tanto la esperanza de una discusión historiográfica científica en base a fuentes documentales fiables se deshincha desde el primer momento. Dice Moa:
Sostengo que, en términos militares, la intervención se equilibró más o menos. (…) Pero no entraré ahora en ese debate, insisto en que secundario una vez clarificada la primera tesis [la influencia de Stalin]. Admitiré en principio que mi crítico [Moradiellos] pueda tener razón en algunos de los datos parciales que maneja, pero sigo inclinado a creer en un equilibrio básico, incluso con ligera supremacía de los suministros recibidos por las izquierdas.
"Una visión neostalinista de la Guerra Civil", El Catoblepas, 16 (junio 2003).
Moa escapa de una discusión que Moradiellos trataba de acotar metodológicamente: medir la cantidad y calidad de ayuda militar recibida por cada bando y, en base a ello, determinar su influencia sobre el resultado final de la Guerra. Moa, al no poseer fuentes que rebatiesen a Moradiellos liquida la discusión invocando opiniones personales sin más fundamento que su creencia personal, ese "pero sigo inclinado a creer" que viene a decir que su prejuicio es a prueba de toda evidencia en contra. Lo más curioso del asunto es que uno de los eslóganes publicitarios que más ha utilizado Moa para la venta de sus libros es que ha utilizado fuentes de archivos nunca descubiertas o despreciadas por los otros historiadores "marxistas". En este caso, nos privo de ellas.
Unos meses después, Moa lo resume de la siguiente manera:
Creo que Moradiellos puede tener razón en algunas de las críticas que me hace sobre fechas y volumen de la intervención exterior, si bien esos datos siguen sujetos a revisión. Pero, como creo haber demostrado, falla en lo fundamental, es decir, en el carácter cualitativamente distinto de la intervención soviética y de la germano-italiana. Stalin satelizó al Frente Popular, mientras que el apoyo de las potencias fascistas no privó a Franco de su independencia. Este es el punto clave de la intervención exterior (…).
"Errores en Los mitos de la Guerra Civil", Libertad Digital, 9 enero 2004
¿Parece que vaya admitiendo que sí que fuese posible que Franco recibiera más ayuda militar de Hitler y Mussolini con respecto a la que recibió la Republica de la URSS?. En todo caso Moa sigue afirmando que ello sería irrelevante en el desarrollo y desenlace de la Guerra.
Él [Moradiellos] planteó su crítica en torno a las cifras de las intervenciones soviética, alemana e italiana, negando mi aseveración de que fueron más o menos equivalentes, y pretendiendo que la mayor aportación germanoitaliana habría decidido la guerra. Como le indiqué, la cuestión de las cifras, aun si interesante, no es fundamental, y su fuente principal, el libro de Howson, resulta muy poco fiable.
"Los casos de Moradiellos y Viñas", Libertad Digital, 1 enero 2007
Hace tan sólo un par de meses volvió a la carga sobre este asunto (sobre el que debe de alimentar alguna mala conciencia) y firmó su opinión final al respecto:
La cantidad de material y de tropas nunca determina el resultado de una guerra o de una batalla. Han sido frecuentes las guerras ganadas en inferioridad material.
"Un debate pueril", Libertad Digital, 14 marzo 2008.
En resumen:
- Primero afirmó que la ayuda militar recibida por el Frente Popular fue de mayor cantidad y calidad que la que recibieron los franquistas. Ello ensalzaría la victoria de Franco, enfrentado a un enemigo superior, y hunde aún más a la República, dilapidadora de las riquezas de España, malgastadora de su ventaja militar.
- Más tarde, después de que Moradiellos le hubiese mostrado la prueba contraria que enseñan los archivos, Moa pasa a defenderse argumentando que la supremacía militar no es algo decisivo en el desenlace de una guerra (esta idea no merece mayor comentario que una simple revisión a los resultados de la intervención alemana en la GCE y el significado de la supremacia aerea en la guerra moderna).
En realidad en la idea de Moa se esconde una burda manipulación propagandística, una falacia sin más: quiere hacer creer a su lector que el bando que gana una guerra es el más virtuoso y por tanto es el poseedor de la Razón y el defensor de la Justicia. En el caso de la GCE, para Moa ambos ejércitos simbolizan dos ideas políticas del Estado: el Franquismo es interpretado como un intento honesto de reconstruir el desastre nacional provocado por la República y su revolución estalinista. Al denigrar Moa la capacidad militar del bando republicano y achacar su derrota no a su inferioridad bélica sino a su propia incompetencia, no hace sino simbolizar en su derrota, la justa derrota de la Izquierda como ideología frente a la superioridad natural de la Derecha.
Con respecto a la influencia de Stalin sobre el Frente Popular, Moradiellos replica
de nuevo en El Catoblepas (a Moa y a otros habituales de esta revista a los que habrá oportunidad de citar en otro post) que la URSS nunca consiguió imponer sus dictados al gobierno de la República (aunque sí penetrara por completo al PCE y, por ello, a los mandos policiales y militares adscritos al partido) y que su influencia sólo creció significativamente a lo largo de 1938 cuanto más se alejaban las potencias democráticas de la República. Cita para ello a Viñas, Sarda, Martín Aceña o Varela Ortega así como los documentos citados por el historiador norteamericano
Ronald Radosh en su obra
España traicionada, Barcelona, 2002.
Sin embargo parece esfuerzo vano ya que
en la siguiente respuesta Moa, abundando en descalificaciones (burlonamente llama a Moradiellos "el ilustre profesor" y lo acusa de "retórica barroca" y de "divagaciones, nimiedades, justificaciones innecesarias", etc) opone como criterio de autoridad para respaldar sus ideas que "para cualquier persona algo enterada de las circunstancias no puede admitir la menor duda el predominio soviético en España".
Moa, por tanto no está dispuesto a discutir en el terreno de la historiografía basada en fuentes documentales, en información y datos escritos contrastables y discutibles con criterio. Moa pretende llevar siempre la discusión únicamente a los terrenos ambiguos de la discusión política, donde cree poder demostrar la máxima que anima toda su producción bibliográfica: que la Izquierda es una ideología maligna y que la Historia de la 2ª República y la GCE lo demuestra.
Que la política de izquierdas sea una ideología maligna o no, no debería ofuscar el espíritu crítico de ningún historiador que investigue sobre ella. El deber de objetividad debe estar por encima de cualquier prejuicio personal. A no ser que nuestro objetivo no sea escribir historia, sino hacer
propaganda.
Del último libro de
Alberto Reig Tapia,
Revisionismo y Política: Pío Moa revisitado (Madrid, 2008) extraigo esta cita que explica este afán de propaganda entre determinados lectores:
Determinada gente no busca la verdad (verdades) sino a aquel o a aquellos que mejor defiendan sus previas tomas de postura que, naturalmente, jamás "revisan".